domingo, 24 de abril de 2016

PROF. CARLOS NOUGUÉ: DE LA NECESIDAD DE RESISTIR AL MAGISTERIO CONCILIAR - Parte 1

Sábado, 23 de abril de 2016




Proemio

No hubo mayor desgracia y crisis en la historia de la Iglesia que la ocasionada por el Concilio Vaticano II. Comparada con ésta, la crisis del arrianismo -por la cual, nos dice San Jerónimo, “el mundo se durmió cristiano y, sobresaltado, despertó arriano”- parece pequeña.

Y, en efecto, ante la tremenda crisis iniciada por el Concilio Vaticano II, se dividieron y se dividen los católicos.

1. Unos son fautores del mismo concilio y de sus secuelas. A éstos no los podemos llamar católicos sino del modo como un cáncer puede decirse de aquél que lo porta. Estos son los que podemos llamar propiamente lobos con piel de cordero.

2.  Otros .tal vez la mayoría- repitieron y repiten los errores de esos fautores sin saber que se trata de errores, y los cree en perfecta continuidad con lo establecido por el magisterio anterior. A éstos no los podemos llamar propiamente herejes; pero tampoco se pueden ignorar los peligros a los cuales su alma se encuentra expuesta.

3.  Otros aún, ante lo que sabían que estaba proscrito por el magisterio anterior y que, sin embargo, era sustentado por la propia Jerarquía conciliar, se fueron alejando de la vida religiosa y de los sacramentos, y tendieron a perder la fe.

4.  Una parte, por cierto debido a alguna gracia para darse cuenta más certeramente del infortunio que implicó e implica el Concilio Vaticano II y su seguimiento, se opuso y se opone al llamado magisterio conciliar. Pero esta parte se subdivide.

a.  Unos, más cercanos a la verdad pero que no siempre saben fundar su oposición en la doctrina más sólida, razón por la que algunos de éstos (como los superiores de la actual FSSPX), sustentando la necesaria visibilidad de la Iglesia y la necesidad de su regularización canónica, terminan por adherirse de algún modo a la jerarquía conciliar.

b. Otros -los sedevacantistas-, juzgando absolutamente imposible conciliar herejía y jurisdicción, terminan por atentar contra la necesaria visibilidad de la Iglesia. Se incluyen aquí, de algún modo, los llamados eclesiavacantistas, para los cuales la Iglesia se reduce a ellos mismos, a pesar de su ínfimo número y de su falta de jurisdicción.

5. Finalmente tenemos la llamada “línea-media”, que sin ver cómo conciliar la debida docilidad al magisterio con la oposición al magisterio conciliar, acaban por favorecer, de varias maneras y mediante los más diversos artificios teológicos, a este mismo magisterio. De la línea media entran a formar parte, de algún modo, los que buscan o alcanzan la referida regularización canónica.

Ahora bien, nosotros nos incluimos entre los que se oponen al magisterio conciliar y no buscan regularizarse canónicamente bajo éste, y que pueden beneficiarse de la doctrina más sólida para fundar su posición: la expuesta por el P. Álvaro Calderón (de la FSSPX) en la cuestión disputada La Lámpara bajo el Celemín, y el cual se funda, naturalmente, en todo cuanto hizo, dijo o escribió Mons. Lefebvre, pero elevándolo al plano de la más estricta ciencia teológica. Esta cuestión disputada es el terreno seguro en el que podemos basar nuestra postura sin desviarnos para el sedevacantismo (o para el eclesiavacantismo) ni para la línea media o el acuerdismo [i].

De este modo, la serie que iniciamos con este proemio quiere mostrar la justicia y la necesidad de resistir al magisterio conciliar, y especialmente al papado de Francisco, cuyo carácter catastrófico la llamada línea media y los acuerdistas de hoy día se niegan de algún modo a ver perfectamente. Pero no lo podríamos hacer, insistimos, sin demostrar la posibilidad de unir tal resistencia a la debida docilidad al magisterio, y esta demostración esLa Lámpara bajo el Celemín la que nos la posibilita cabalmente.
Sucede que esta misma cuestión disputada no es de fácil comprensión para los que no tienen el hábito intelectual de la teología (y teología tomista). Es pues la razón central de esta serie: volver La Lámpara bajo el Celemín accesible a un mayor número, y volver más ampliamente comprensible la necesidad de resistir y de seguir resistiendo al llamado magisterio conciliar.
Pero hay una razón suplementaria. No pocos dicen que “ese Carlos Nougué” es cismático, que apoya obispos cismáticos, que está excomulgado, etc. Pues bien, los que así murmuran tendrán oportunidad de ver mejor nuestras razones y la respuesta que damos a sus objeciones a nuestra postura (objeciones que, como manda la buena doctrina y el buen método, han de exponerse fielmente antes de ser refutadas). Si aun así no se convencen, quede desde ya la invitación para que entonces busquen refutarnos públicamente, a la luz del día, en alguna forma de debate.

Observaciones.

• Insistimos en que nos fundaremos muy estrictamente en La Lámpara bajo el Celemín. Pero algo será de nuestra propia obra, y obviamente no deberá imputarse al sacerdote de la FSSPX.

• No responderemos directamente en esta serie al sedevacantismo y al eclesiavacantismo, lo que haremos en el libro Del Papa Herético. De hecho es en cuanto al sedevacantismo que La Lámpara nos parece que requiere profundización[ii].

• Nuestra serie se divide en los siguientes artículos:

1.  Si el llamado magisterio conciliar es infalible;

2. Si se puede por lo tanto discutir algún magisterio, y especialmente el conciliar;

3. Si el magisterio conciliar tiene algún grado de autoridad;

4. Si el magisterio conciliar impone su autoridad de modo indirecto;

5. Si la resistencia al magisterio conciliar ha de ser franca, sistemática y organizada.

• Como cada uno de estos artículos será muy largo, lo dividiremos en tantas entradas como nos parezcan necesarias.

• Estas entradas no vendrán según ninguna periodicidad pre-establecida, sino según nuestra propia disponibilidad de tiempo para escribirlas.

(continúa)  



[i] Que el P. Calderón parezca contradecir su doctrina con su práctica no es asunto que nos interese aquí.
[ii] No decimos, subrayamos, que se equivoque sobre éste sino que, repito, necesita profundizarse. Y como efecto, nuestro Del Papa Herético se yergue sobre dos pilares: lo dicho respecto a este asunto por el tomista Domingo Bañez O.P. (1528-1604) y la tesis de la “jurisdicción precaria” sostenida por Arnaldo Xavier da Silveira en sus Consideraciones sobre el Ordo Missae de Paulo VI. Desde que los leímos por primera vez, nos parecieron sujetos a importantes desarrollos, como esperamos demostrar en Del Papa Herético.

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